No saqué muchas fotos de Ritoque. Siendo sincero, no saque ninguna foto del paisaje de Ritoque. Si bien no llovió, estuvo nublado todo el tiempo y el viento costero nos mantuvo dentro de la cabaña gran parte del tiempo. Con Emilia no podemos arriesgarnos.

Las cabañas geniales, bastante amplias y bien equipadas, y no pasamos nada de frío gracias a la calefacción a leña con que disponen. Me costo tomarle el ritmo, hay que estar constantemente alimentando el fuego, pero al par de horas era todo un pirómano. Cada cabaña tiene una asadera, así que el Domingo por las agasaje con un asado diesochero.

Ritoque esta enclavado entre bosques. Las dunas son un gran plus, pero me quedo con los bosques. El constante cantar de pájaros (que no eran los típicos gorriones, zorzales o palomas) te recuerdan constantemente que estas lejos de Santiago.

Solo hubo dos factores que rompieron la armonía:

– La gran cantidad de 4x4s, motos y cuatrimotos que jeepean en las dunas. Es un constante desfile, y no te demuestran piedad cuando caminas por el costado del camino.

– Y probablemente mas molesto aún (aunque no hay nada a lo que no te acostumbres) es un tren que pasa frente a las cabañas. No recuerdo haberlos oído de noche, pero durante el día al menos 4 veces. La explicación de los lugareños: con este silencio, si no los oyes eres sordo. Buena explicación.

Entre Quintero y Ritoque y por el camino que les une, vimos un cartel anunciando la venta de sitios. No nos resistimos y fuimos a inspeccionar.

Eran terrenitos de 20×18 con vista al mar y distantes de este por unos 500 metros. Al verlos dibujados en la tierra muerta no nos parecieron atractivos, pero de todos modos seguimos las instrucciones que nos condujeron al lugar donde nos darían mayor información (precio, tamaño, etc).

Llegamos al borde costero, un acantilado de unos 8mts de alto, que tiene a sus pies un roquerío que se adentraba otros 10 mts hacia el mar.

Me paré en el borde, el viento era mas fuerte y frío, calaba atravez de la ropa.

En lo que mas pensé mientras miraba el mar, era en cuanto me gustaría tener una casa justo en ese lugar.