Entre al dormitorio contento. Mientras caminaba por el pasillo oÃa a Martina celebrar nuestra llegada. HabÃan transcurrido muchas horas desde que salimos, y se podrÃa decir que llegábamos tarde. 9:30Pm.
La niña saltaba sobre la cama. Rebotaba como si de un castillo inflable se tratara.
Busqué a Emilia con la mirada. Era tarde para estar en cualquier otro sitio que no fuese mi dormitorio. Nuestro dormitorio. El de los papás. Miré hacia el costado de la cama donde debiera estar su cuna. El lugar estaba vacÃo. Sin Emilia y sin cuna.
Caminé hacia el velador en busca del pequeño televisor que nos permite (vÃa un circuito cerrado de televisión) “espiar” los dormitorios de las niñas. El de Martina. El de Emilia no era necesario. Bueno, se suponÃa que no lo era.
Movà las perillas que permitÃan mirar la otra cámara, la de la pieza de al lado. Y vi un punto negro sobre la cama. Era ella. Durmiendo.
Nuestra nana, la Vero, al ver que dilatábamos y dilatábamos el “plan-de-erradicación-emilistica”, nos hizo la vida mas fácil y cortó ella por lo sano. SabÃamos que era necesario. A Martina la expulsamos a los 5 meses. Pero la Mili ya llevaba 8 meses con nosotros. Era rico tenerla con nosotros.
Y ya nos habÃamos dicho en muchas ocasiones: “Ya, este fin de semana la mudamos a su pieza”.
Pero fue fuerte y muy triste llegar a casa y ver los hechos consumados. Sin despedirnos. Sin poder decirle cuanto disfrutamos ser compañeros de cuarto.
La miramos por el monitor por largo rato… Pamela hacÃa pucheros. Martina no entendÃa que pasaba y nos limitamos a abrazarla.
A la hora la fuimos a arropar y a darle su beso de buenas noches. Usualmente soy yo quien lo hace, pero la Pame necesitaba ir también.
Esa noche me quedé despierto hasta tarde. A la 1AM Emilia perdió su chupete y despertó. Subà raudo a salvarla del inmisericorde sÃndrome de abstinencia. Me miro con sus ojos enormes mientras me acercaba y recogÃa de entre las sabanas aquel adictivo adminÃculo infantil.
Le puse su chupete y me lo agradeció con la mirada. Me di la vuelta para salir y al darle la espalda siento un gruñido de protesta. Me devolvà a su lado y me estiro sus bracitos.
Que diablos, mañana dormirás en tu cuarto.
La tomé en brazos y bajamos juntos. Abrazados. Regaloneándonos. TenÃamos mucho que contarnos, el dÃa habÃa sido largo y no habÃa tiempo que perder. HabÃa que recuperar el tiempo perdido.
Mañana dormirás en tu cuarto.