Desempolvé mi viejo iPod – las mudanzas suelen regalarte reencuentros maravillosos contigo mismo -, le conecte un parlante y puse el soundtrack de Dead Man, ese anti-western de Jim Jarmusch que me voló la cabeza cuando rondaba los 18.
Me paré frente al espejo del baño, recorté un poco la barba, alineé el bigote y jugué con las marcadas bolsas que tengo bajo los ojos. Me desnudo y meto a la ducha. El agua caliente y el jabón me limpian la mala noche.
Los rasgueos y distorsionados riffs de Niel Young siguen sonando mientras dejo que el viento frÃo, húmedo y salado entre por la venta. Lleno mis pulmones de ese aire, me dejo reconfortar con el agua caliente.
No llevo oÃdo ni la mitad del disco y ya debo salir y enfrentar lo que sea que tenga que enfrentar tras esa puerta.
Corto el agua, el frio me amenaza y oigo a las niñas afuera discutiendo por alguna tonterÃa.
Un dialogo del soundtrarck. “The eagle never lost so much time as when he submitted to learn of the crow†le recita Nobody a Blake. Luego viene el teclado y la guitarra.
Subo el volumen y me convenzo… aún me quedan algunos minutos.