Era un departamento en el tercer piso.

Sin duda era caro, dado su emplazamiento dentro de cuidad y por su tamaño. Tení­a un balcón de al menos 10 metros de largo.

La abuela tení­a el rostro alerta. Como si esperara que alguien, desde la calle, le saltara encima.

Y caminaba de prisa. De un extremo del balcón al otro. Una y otra vez. Y en cada ir y venir, dirigí­a la mirada hacia la calle, con el rostro alerta. Como esperando a que le saltaran encima.

Vi esto desde la calle, sentado al volante, esperando el semáforo.

Me sentí­ joven.

Y me alegre de tener con quien caminar mis 10 metros de balcón.

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