Publicado el 5 de Junio de 2007.

A mediados de Enero, en la plaza central de mi barrio se presentó una obra de teatro gratuita. Mi hija mayor, entusiasta de cualquier expresión artística callejera (mimos, payasos, títeres, cantantes, ese tipo de expresión artística), no podía perdérselo.
Así que el día en cuestión, Pamela, las niñas y yo partimos a la plaza. La obra: El Arca de Noé.
Todo iba dentro de lo normal, salvo algunos pequeños detalles que me parecían algo sospechosos: siendo una obra gratuita, se notaba mucha producción: un montón de gente que hacía nada, salvo mirar desde los alrededores, todos uniformados en poleras verde fosforescente con el logo de una “productora”, que ya no recuerdo (prefiero no recordarlo).
La obra era musical, con bailes y harta canción pegajosa, así que los niños reunidos a los pies del improvisado escenario al rato tarareaban los coros. Quienes conocen a Martina ya se imaginarán que ella estaba muy sentada en medio del niñerío, cantando y haciendo aquello que los niños hacen: Disfrutar.
Ya finalizando la obra, sale a escena un tipo sin disfraz, con un look de cura choro, de esos que tienen buena llegada con el lolerio, y que se despacha un discurso mesiánico convocando a los espectadores a acercarse a Dios. Claramente pertenecían a alguna rama evangélica, y su discurso tubo una connotación bastante amedrentadora, tipo “si estas con dios, te salvarás, si no lo estás, morirás como aquellos que no subieron al arca“.
“¿Quieres salvarte? entonces ve con Dios!”, gritaba el tipo instando a los niños a ponerse de pie y caminar a través del escenario tras bambalinas, donde los esperaban los uniformados con rezos, abrazos, gritos y alabanzas varias.
Pero bueno, el motivo de este post no es criticar la técnica evangelizadora, que me parece del todo detestable, intrusiva, abusiva e incluso engañosa. Convocaron a mis hijas para hablarles de religión sin mi autorización, topándonos con este espectáculo de improviso.

El motivo de este post es mas bien analizar otro aspecto y que no es restrictivo de los evangélicos, creo que tiene relación con todas las iglesias cristianas. Es aquella figura del Dios castigador.
Martina no entendió mucho de la obra y quedó bastante asustada con los gritos y alabanzas de los evangelizadores, así que se la volví a explicar. Y lo hice usando la obra como referencia, pero sumando el “Algunas personas creen que…”. Martina sabía de Dios, pero aún no era un tema internalizado y siempre como un “algo” en la que algunas personas creen existe.
“Algunas personas creen en Dios, y que Dios nos creó a nosotros […] Y Dios le dijo a Noé que construyera un arca.” y cosas así. Y ella escuchaba atenta el relato, hasta que llegamos a su la parte conflictiva.
“Y el diluvio que envió Dios cubrió la tierra de agua, y la gente que no creyó en Noé, murió ahogada.“
Martina me miró incrédula, le costaba entender que este Dios que le habíamos explicado, hubiese hecho tal cosa: matar gente. Y mi hija, con toda la sabiduría que le da la inocencia, sentenció: “Eso es muy malo!“.
La siguiente media hora la dediqué a explicarle que habemos otras personas que creemos que Dios es bueno, y que no hace esas cosas. No se si lo entendió del todo, que es eso de que algunos creen algo y otros creen otra cosa. Que es eso de que alguien que es bueno por definición te mata si no crees en él. Bueno, hice el intento de aclarar aquellas dudas que aún no formula.
Lo cierto es que yo si quedé claro, aquel Dios castigador, es muy malo.